La ruina económica provocada en Europa por la Segunda Guerra Mundial, hizo surgir la necesidad de recuperar las rutas y vías que habían sido los principales objetivos de los ejércitos aliados y nazis…
[Pulsa en el título para leer el artículo completo]
España no fue ajena a semejante caos porque había sido campo de prueba de la contienda.
Estaciones, patios de maniobras y rutas fueron atacados en pos de invadir o liberar. La mismísima resistencia francesa saboteó sus propios ferrocarriles para limitar los movimientos de la gran maquinaria nazi cuando se avecinaba el día D. Al finalizar la guerra, toda la infraestructura ferroviaria europea encontraba totalmente destruida.
Francia fue el primer país que tuvo la intención de recuperar el ferrocarril, hoy, junto con Alemania y Japón, son líderes en trenes de alta velocidad.
España por su lado, contó con dos visionarios -Goicoechea y Oriol-, quienes idearon en apariencia un muy discreto tren pero que, no obstante, respondía a soluciones técnicas innovadoras sacrificando la capacidad de pasajeros aunque el diseño con que contaba era de avanzada (a simple vista un verdadero tren de alta velocidad). Al igual que toda Europa, España sufría la falta de materias primas, fue tal así que el primer prototipo debió construirse en Estados Unidos.
El Talgo demostró con rapidez cualidades notables pasando a convertirse en una imagen representativa de España, prestando servicios de lujo a países como Francia y Suiza. Fronteras afuera, los trenes Talgo no tuvieron el éxito esperado aunque muy tímidamente comenzaron a recorrer las vías en Estados Unidos, Alemania, y países integrantes de la ex Unión Soviética.
Hoy los Talgo han llegado a la Argentina, con unidades reacondicionadas y preparadas para la geografía del país. Hasta no hace mucho, un tren de este tipo marchaba a 180 km/h por vías europeas. Como en Argentina la renovación de vías es materia pendiente se los verá funcionar, con suerte a la mitad de su velocidad.